El efecto fue fatal: estas palomas, admiradas por la muchedumbre, se volvieron orgullosas, batalladoras, imperiosas, y pronto formaron un bando que se atribuyó, entre otros, el privilegio de defender el palomar, si fuera atacado.
Y las palomas comunes ya las empezaron a mirar con más recelo que admiración.
Otras consiguieron entonces, con el pretexto de contrarrestar los avances de estas guerreras, y de diferenciarse más de ellas, vestir un traje obscuro.
Y empezaron a exagerar la humildad de sus modales, la suavidad de sus conversaciones, y su devoción a la Divinidad, llegando a asegurar que por ellas solas se podía comunicar con ella.
Muchas palomas comunes, las más ignorantes, se les juntaron, y lo mismo que las guerreras, aunque por otros medios, las palomas negras empezaron a querer dominar.
Hubo luchas, y sangre derramada; y lloraron los amores abandonados.
Pero lo peor de todo fue cuando se juntaron las dos castas, de traje obscuro y de traje brillante; y las palomas comunes no tuvieron entonces más remedio que de hacer toda una revolución para llegar a prohibir el uso de cualquier otro traje que el traje gris.
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