(La literatura es la profesión en que más se verifica
el proverbio: ¿Quién es tu enemigo? El de tu oficio.)
Si
se acuerda el lector de la tertulia
en
que, a presencia de animales varios,
la
Zorra adivinó por qué se daban
elogios
avestruz y dromedario;
sepa
que en la mismísima tertulia
un
día se trataba del gusano,
artífice
ingenioso de la seda,
y
todos ponderaban su trabajo.
Para
muestra presentan un capullo;
examínanle,
crecen los aplausos;
y
aun el topo, con todo que es un ciego,
confesó
que el capullo era un milagro.
Desde
un rincón la Oruga murmuraba
en
ofensivos términos, llamando
la
labor admirable, friolera,
y
a sus elogiadores, mentecatos.
Preguntábanse,
pues, unos a otros:
«¿Por
qué este miserable gusarapo
el
único ha de ser que vitupere
lo
que todos acordes alabamos?»
Saltó
la Zorra y dijo: «¡Pese a mi alma!
el
motivo no puede estar más claro.
¿No
sabéis, compañeros, que la Oruga
también
labra capullos, aunque malos?»
¡Laboriosos
ingenios perseguidos!
¿Queréis
un buen consejo? Pues, cuidado:
cuando
os provoquen ciertos envidiosos,
no
hagáis más que contarles este caso.
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