Lo que hace el hombre, ¿por qué no lo va a hacer el mono?
Y un día que el herrero estaba durmiendo la siesta, agarró un mazo de palo por haberle salido muy pesados los de hierro, y llamando la atención de un perro que guardaba la casa, le dijo: «mirá, ¡vas a ver!»
El perro miró: las pruebas del mono siempre le interesaban, pues, aunque a veces salieran pésimas, nunca dejaban de ser graciosas y de causarle risa.
Mientras se preparaba el mono, una mosca vino a fastidiar al perro, y para cazarla, éste abrió una boca enorme, pegando mandibulazos como para reventar no una mosca, sino un buey, tanto que el mono se interrumpió para decirle: «Pero amigo, no abras tamaña boca para una mosca; se debe proporcionar el esfuerzo y la herramienta al trabajo. Aprende del herrero, como aprendí yo. «¡Mirá!» Y alzando con las dos manos el martillo de palo pegó en el yunque un tremendo golpe. Ni sonó siquiera el yunque, pero se quebró el cabo, y el martillo le vino a dar en el hocico un porrazo bárbaro; lo que hizo que el perro se desternillara de risa, por el modo tan lindo con que ponía en práctica el mono sus propias lecciones.
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