(El libro que de
suyo es malo, no deja de serlo porque tenga tal cual cosa buena.)
Cierto
Lobo, hablando con cierto Pastor,
«Amigo
(le dijo), yo no sé por qué
me
has mirado siempre con odio y horror.
Tiénesme
por malo; no lo soy a fe.
«Mi
piel, en invierno, ¡qué abrigo no da!
achaques
humanos cura más de mil;
y
otra cosa tiene, que seguro está
que
la piquen pulgas ni otro insecto vil.
«Mis
uñas no trueco por las del tejón,
que
contra el mal de ojo tienen gran virtud.
Mis
dientes, ya sabes cuan útiles son,
y
a cuántos con mi unto he dado salud.»
El
Pastor responde: «¡Perverso animal!
maldígate
el Cielo, maldígate, amén;
después
que estás harto de hacer tanto mal,
¿qué
importa que puedas hacer algún bien?»
Al
diablo los doy
tantos
libros Lobos como corren hoy.
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