viernes, 5 de enero de 2018

El Gallo, el Cerdo y el Cordero

(Suelen ciertos autores sentar como principios infalibles del arte aquello mismo que ellos practican.)

            Había en un corral un gallinero;
            en este gallinero un Gallo había;
            y detrás del corral, en un chiquero,
            un Marrano gordísimo yacía.
            Ítem más, se criaba allí un Cordero,
            todos ellos en buena compañía;
            y ¿quién ignora que estos animales
            juntos suelen vivir en los corrales?
            pues (con perdón de ustedes) el Cochino
            dijo un día al Cordero: «¡Qué agradable,
            qué feliz, qué pacífico destino
            es el poder dormir! ¡Qué saludable!
            yo te aseguro, como soy gorrino,
            que no hay, en esta vida miserable,
            gusto como tenderse a la bartola,
            roncar bien y dejar rodar la bola.»
            El Gallo por su parte al tal Cordero
            dijo en otra ocasión: «Mira, inocente,
            para estar sano, para andar ligero,
            es menester dormir muy parcamente.
            El madrugar, en Julio u en Febrero,
            con estrellas, es método prudente,
            porque el sueño entorpece los sentidos,
            deja los cuerpos flojos y abatidos.»
            Confuso, ambos dictámenes coteja
            el simple Corderillo, y no adivina
            que lo que cada uno le aconseja
            no es más que aquello mismo a que se inclina.
            Acá entre los autores ya es muy vieja
            la trampa de sentar como doctrina
            y gran regla, a la cual nos sujetamos,
            lo que en nuestros escritos practicamos.


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