sábado, 6 de enero de 2018

La mujer y el marido borracho

El marido de una mujer era un completo borracho;
y queriendo apartarle ella de su vicio, tramó lo
siguiente: esperó a que estuviese adormecido por la
bebida y sin sentido, como un muerto, y, cogiéndolo a
cuestas y llevándolo al cementerio, lo dejó en el suelo
y se marchó. Cuando calculó que ya estaría despejado,
se acercó a la puerta del cementerio y empezó a dar
golpes en ella. Al decir aquél: «¿Quién es el que
golpea la puerta?», la mujer respondió: «Soy yo que
traigo la comida a los muertos». Y aquél: «Mejor,
amiga, tráeme de beber y no de comer, pues me pones
muy triste recordándome la comida, pero no la
bebida». Ésta, golpeándose el pecho, dijo: «¡Ay de mí,
desdichada!, pues lo que urdí no me fue útil en
absoluto; pues tú, marido, no sólo no te has corregido,
sino que incluso te has puesto peor y tu vicio se te ha
convertido en hábito».
La fábula muestra que no hay que echar raíces en
las malas acciones. Pues llega un momento en que se
impone el hábito al hombre, incluso aunque él no
quiera.

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