Cavando un labrador la tierra encontró un trozo de
oro. Así que cada día ofrendaba una corona a la Tierra,
como si ella le hubiese concedido ese beneficio. Se le
apareció entonces la diosa Fortuna y le dijo: «¡Eh tú!,
¿por qué atribuyes a la Tierra mis regalos, que te he
dado yo porque quería enriquecerte? Pues si cambian
las circunstancias y ese oro tuyo pasa a otras manos, sé
que en ese momento me lo vas a reprochar a mí, la
Fortuna».
La fábula muestra que se debe conocer al
benefactor y a él darle las gracias.
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